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Una de las preocupaciones o intereses que me ha acompañado durante toda mi trayectoria es la naturaleza propia de las imágenes. Hoy, ya no cabe duda, la multiplicidad de recursos y formas de creación visual pone en jaque nuestra propia percepción, en el cómo y en el cuánto. La imagen se viraliza con tal rapidez que pocas veces atendemos a cómo está producida (o reproducida).
Las nuevas tecnologías de la información y la comunicación son sólo la punta de un iceberg creativo en nuestros días. La imagen digital sigue coexistiendo con la imagen analógica pero ambas pueden presumir de un maridaje sin precedentes. La simbiosis resultante, el intercambio de procesos, métodos y formas de manifestación nos exige una mirada que sepa conjugar todas las variables expresivas.
Así, la imagen-digital, la imagen-exceso o la imagen-texto habitan en un espacio-tiempo que anestesía la perspectiva ocularcentrista por saturación, a modo de hipérbole histórica.
El resultado, o uno de ellos, es la pérdida que la historia experimenta de su propia imagen simbólica; acontecimientos pasados se debilitan en su significado propio a través de una imparable estetización de lugares y momentos en Facebook, Instagram u otras redes sociales. Por otro lado, es la propia imagen la que pierde su historia: el hipervínculo y la ausencia total del pie de foto lanzan a la deriva ese (a priori) testimonio visual del que nos servimos para (re)construir el pasado.
Por todo esto, creo conveniente y oportuno atender a los mecanismos de construcción visual, explorar sus límites y capacidades de expresión; intentar comprender cómo nos vemos afectados por un entorno-imagen por el que somos significados; revisitar la relación analógica-digital de la visualidad contemporánea; restaurar el consumo reflexivo; y, por último, atender a las capacidades no-fotográficas de creación.
Mi trabajo es, por consiguiente, el resultado de una búsqueda constante de aquellas fisuras existentes dentro de las dualidades real-virtual, analógico-digital, aquí-allí. Así, a la ausencia provocada de la imagen se suma el error computacional; la pintura se convierte en trama de impresión; el exceso de estímulo se compara con el castigo performativo de la escritura.
One of the concerns or interests that has accompanied me throughout my career is the nature of images itself. Today, there is no doubt, the multiplicity of resources and forms of visual creation challenges our own perception, both how and how much. The image goes viral so quickly that we rarely pay attention to how it is produced (or reproduced).
The new information and communication technologies are just the top of a creative iceberg today. The digital image still coexists with the analog image but both can boast an unprecedented pairing. The resulting symbiosis, the interchange of processes, methods and forms of manifestation requires us to have a look that knows how to combine all expressive variables.
Thus, the digital-image, the excess-image or the text-image inhabit a space-time that anesthetizes the ocularcentric perspective by saturation, by way of historical hyperbole.
The result, or one of them, is the loss that history experiences of its own symbolic image; past events are weakened in their own meaning through an unstoppable aestheticization of places and moments on Facebook, Instagram or other social networks. On the other hand, it is the image itself that loses its history: the hyperlink and the total absence of the caption throw this (a priori) visual testimony from which we use to (re) construct the past.
For all this, I believe it is convenient and appropriate to attend to the mechanisms of visual construction, explore their limits and capacities for expression; try to understand how we are affected by an environment-image by which we are signified; revisit the analog-digital relationship of contemporary visuality; restore thoughtful consumption; and, finally, to attend to non-photographic capacities of creation.
My work is, therefore, the result of a constant search for those existing cracks within the real-virtual, analog-digital, here-there dualities. Thus, the absence of the image is compounded by computational error; the painting becomes a print pattern; overstimulation is compared to the performative punishment of writing.